Transcurría agosto de 1971, en la ciudad de León, en el norte de España. Yo tenía 21 años y llegué allí como profesor de Informática y después delegado de la Escuela STIM.
De todo eso "fue culpable", Juan Miguel García Alonso, uno de esos amigos que han marcado mi vida. Es, desde luego, una larga historia que trasciende este blog de poesía. Después de seis meses me trasladaron a Madrid para que me reincoporara a mi ciudad natal a la vuelta de contraer mi primer matrimonio.
El día que salí de la oficina en León reuní a todos los que trabajaban conmigo y les leí este Poema. Antes que termine este 2019 lo traigo a este muro, como homenaje a Juan Miguel, que falleció al terminar este mes de agosto (48 años después).
Aquí lo dejo hermano querido, para que lo leas siempre que quieras.
DEJANDO ATRÁS UN TIEMPO LUMINOSO
(I)
Y si todo pasara a ser un recuerdo,
estas personas que me ha dado calor
y me ha querido,
y me han querido mucho,
y yo los he querido a ellos,
se me harán dolor entre las manos
con el nombre de esta ciudad, LEÓN,
que es una fiera,
que me araña con los dulces dientes de su alma
Pero vosotros sabed siempre,
que aquel a quién queríais no se ha ido,
porque hay muchos formas de irse y de quedarse,
porque hay formas de vivir entre cristales;
sabed que os estaré recordando:
Julián que ha estado siempre hurgando,
que siempre y desde el primer momento
se introdujo en mi casa sin pedirme permiso,
que supo ser la imagen de mis dieciocho años.
TODOS ESTARÉIS APRETADOS, MUY JUNTOS
La muñeca gris, María Jesús, que conocí en la boca
de un amigo y siempre fue como una imagen
en la sombra,
como una guerra civil de sentimientos,
como una puerta entreabierta, indefinida.
Y acabé clavándole mis ojos oscuros
para que comprendiera.
Y acabé con aquella ternura psicológica
Con el sentimiento encendido de ser humo.
TODOS COMO UN CUERPO DIVERSO
José Luis, que estuvo tanto tiempo
llamándome Señor Vera,
a pesar de los ojos siempre llenos de fuego y de sosiego,
que siempre explicó las preguntas
como un padre bueno
y fue mi cocinero, mi compañero
Durante cortos días de julio
y César el de los característicos adjetivos,
con el jesucrístico rostro abierto.
TODOS EN EL MISMO MOMENTO ALERTA
Porque vivir es ir dejando huella,
es no querer pasar de cada cuerpo
y yo siempre he querido anclar
en vuestra tierra húmeda,
dejaros la huella de mi pie
sobre la frente y una herida
amorosa en el pecho.
Y en todo momento he deseado ser hombre
más que cualquier otra cosa.
He deseado ser sencillamente hombre,
que me llamaseis sencillamente Juan.
Ahora es ya momento de dejaros
y toda la seguridad se me convierte en miedo;
no hay nada más humano que el temor.
Eso todos los sabéis y temo
que dentro de unos días se deje de notar
Mi presencia ausente.
Lo temo con la ferocidad del león que cuida vuestra cuna.
Porque olvidar es descender vertiginosamente
y ser olvidado sentir un ala de hielo
en la penumbra de los miembros.
Hoy he conseguido recordaros
aun teniendoos presentes,
y os siento con profunda melancolía
y llego a emocionarme con vosotros.
Soy un hijo de la luz y vuelvo a ella
y estaré radiante abrazado al amor
y estaréis conmigo presentes en cada acto.
Porque siempre he sido así se todo esto.
TODOS JUNTOS COMO UNA MULTITUD DE FUEGO
Veo a Camino en su rincón frente a mí,
con el semblante de escalofrío
y ese inextinguible dolor en el fondo de los ojos.
Ese dolor que se hace espina en la garganta,
hasta quebrarle la voz.
Y ese dolor que se convierte en grito
cuanto tiene a su hija entre los brazos.
Y esa forma de dejarlo todo desordenado
filosóficamente.
Y esa forma de querer a su hermano y de ser
húmeda y doliente.
Ya está el lazo profundo y anudado,
he comenzado andar entre las calles,
donde yo sé que vosotros me mirais.
El ángulo y la imagen me sorprenden,
entre este polvo, esta forma de ser
este modo de ser ciudad y de contener vida.
Y ya me alejo y os vais haciendo pequeños,
y os voy queriendo más y sois vosotros
Y otra gente cuyos nombres
se me han ido grabando:
José María, Casiano,
Belén, Amalia, Felico, Marisa, Luci. Rostros
que se elevan y se van escapando,
de sus ropajes y de todas las chaquetas.
Todo esto lo escribo para ella y los hijos
que vendrán, como llegan los días,
porque mi vida está a punto de alargarse,
está a punto de hacerse necesaria
y ellos conocerán vuestros nombres,
conocerán la forma en que todos me habéis
ayudado a no estar solo,
la forma en que me habéis dejado ser
un vagabundo,
sin sentir soledad.
Voy hacia la luz
Y lo que siento es tener que dejar lo que he tenido,
para tomar algo nuevo
Y lo que siento es no poder compaginaros.
TODOS JUNTOS COMO UNA MULTITUD DE FUEGO
Porque yo vine aquí cuando el frio
era grueso y dolía,
cuando el frio
se apoderaba de los dedos lentamente
y empecé a realizar mi sueño de maestro.
Porque yo vine aquí para querer y ser mundo
y siempre estuve con mi HERMANO recorriéndolo todo
y mi HERMANO me llevó a Blas y al barrio húmedo
y durmió siempre en la cama de enfrente
y leyó mis poemas y comenzó a quererme.
Mi HERMANO me fue contando cada noche
su vida y yo empecé a quererle y a querer a esta tierra.
pero un día también Juan Miguel tuvo que irse
y entonces estuvisteis vosotros silenciosamente a mi lado,
calladamente expectantes,
haciéndoos un hueco entre los colchones de mi alma
y la presencia de Patanivo se fue haciendo
extensa y poderosa,
hasta devolverme la fraternidad extinguida.
TODOS EN EL MISMO MOMENTO ALERTA
Regresando al momento esencial
en que salimos del agua cálida,
en el que nos purificamos en una unión
más profunda que la de esta oficina
en la que nos vemos a horas fijas,
pero aprendimos a compartir todas las horas.
Aquí, donde vernos fue una alegría diaria.
Porque vivir es saber necesitarse,
saber llenar de sentido la mirada,
saber salir del agua dispuestos al encuentro,
saber abrazarnos en el momento justo,
saber dejarnos una caricia en la cara.
Todos los sabéis, porque todos hemos reído
a carcajadas juntos
y nos hemos sentido humanos sonriendo.
Por eso esta forma de estar melancólico
al marcharme,
Porque yo vine aquí cuando el monte era nieve
y entro todos la fuísteis derritiendo.
Hicistéis de ella una sábana blanca
y durante días estuve confundido en el paisaje
y con vuestra forma de hablar y vuestro acento.
Y ahora de pronto todo se escurre
y de pronto abondono este sillón y me levanto.
Me dirijo a la puerta, como siempre.
Pero esta vez me vuelvo y os clavo la mirada
y bajo despacio y con pesadez las escaleras
y traspaso el umbral, digo adiós al portero
y el aire de la ciudad me recibe,
andando hacia adelante hasta que me pierdo
tras la última ventana,
hasta que me alejo mientras os sigo viendo, quietos,
congelados en mi imaginación
como en el final de una película.
Hasta que todo se detiene y alguien llora,
hasta que nuestra quietud convierte al mundo
en un profundo silencio.
oO0Oo
(II)
VIVIR ES UN INCENDIO,
VIVIR MERCURIO TERMOMÉTRICO.
Y de pronto me encuentro ante vosotros marchándome
y de pronto mi forma de miraros tiene un halo de huida
y ya no sé si emprendo una fuga o es un sueño.
Os siento lentos, apagados, viscosos,
os siento animales algo tristes que pasean.
Yo nunca había sentido esas miradas despidiéndose
y de pronto el hilo comienza a estirarse.
pero yo pienso: “estirazarse”
y el juego de luces empieza a titilar difuminándose
y las sombras son tenues
y los rostros se pierden en mis sombras
y los rostros y las voces son tenues
y las sombras se ocultan en las sombras.
Yo vine aquí para ser caminante,
con la ilusión albergada de tiempos: Ser maestro.
Es verdad que lo que quise fue enseñar literatura y lengua
y lo que enseñé fueron lenguajes para hablar con máquinas.
Vuestra presencia me llenó de poesía,
escribo por eso con amor estos versos,
porque todos al final fuimos maestros,
unos de otros y esos otros de aquellos,
que desde lejos fuimos todos y uno,
como el Universo.
Yo vine aquí para ser caminante
y la aventura tuvo treinta testigos,
cuando hablaba de ellos les llamaba alumnos,
porque vivir es ser alumno, sobre todas las cosas,
porque sobre todas las cosas vivir es movimiento,
porque vivir es ir haciendo nuestro cada paso.
Yo vine aquí para formar mi casa
porque siempre he sido hormiga laboriosa,
porque siempre he creído que hay futuro.
Esa es mi naturaleza.
Creer no es vivir anclado en el pasado.
porque el pasado ha sido siempre y solamente un impulso
y la persona es nueva y distinta cada dia.
Mirar atrás resulta necesario.
Yo he recordado siempre cada instante vivido.
Recordar resulta necesario
recordarse y traer lo vivido a la vida
y convertirlo en embrión de un futuro nuevo
y convertirlo en nueva flor abierta
y amarlo por no ser estático y lejano.
Mirar atrás resulta necesario,
pero no hay nada más inservible que un recuerdo seco,
porque no hay nada más seco
que la fotografía mental de nuestra vida detenida,
de ese peso que no se puede cambiar y que nos pesa.
Vivir es la revolución de cada día
y ante mi mesa, hoy, en este instante,
transcurriendo agostos del mil novecientos setenta y uno
transcurriendo mi juventud, toda mi sangre en vilo,
regresan seis meses de historia en esta tierra.
Seis meses y unos días que hoy terminan
y temo y me retraso y escudriño
y busco a todos mis alumnos, uno a uno
y uno a uno los amo en el recuerdo.
Los agrupo en mi mente, hasta que todos juntos
Forman una imagen inolvidable
“Existen cosas inolvidables” esos ojos de todos.
Esa forma de quedar unidos en mi alma,
de hacerme salir de mí y correr
y traspasar alegremente el aire.
El recuerdo es la vida con moho,
la vida metida en una jaula,
la vida de los grandes apellidos.
Vivir es más simple.
Vivir es saber que pasarán los años y sus noches
y nosotros seguiremos en esta sala mirándonos.
En esta y en otras muchas salas y plazas y senderos
Sabiendo que vivir es un incendio
Y que por eso seremos fuego enamorado
y que por eso seremos cenizas con sentido.