Fuimos alumnos del grupo B del Instituto Ramiro de Maeztu; con el tiempo nos fuimos reencontrando. Ahora al celebrarse los 50 años de terminar nuestro Preuniversitario, toda la promoción lo celebró, entre ellos nosotros.
Nos sorprendemos de la facilidad con la que el vínculo se ha reconstruido. Sin duda tendremos conversaciones en el futuro que expliquen qué características tuvo nuestro afecto, qué circunstancias lo han mantenido incólume. Hoy me arrogo el título que en abril de 1.967 la revista Candil me otorgó ("El poeta de Ramiro") y escribo transido de emociones.
Soneto
Aquí
fuimos futuro, aquí crecimos.
Se
abrieron nuestros ojos a la vida,
no
hubo puertas cerradas, no hubo heridas;
cada
día fue intenso y nuevo y lo vivimos.
Aquí
fuimos tronco y raíz de una aventura,
conocimos
la dulce amistad y el desafío,
fuimos
madera, barro y levadura,
aprendimos que el río nunca es el mismo río.
Cincuenta
años después nos encontramos.
Lo
que parecía eterno, fue apenas un minuto,
aunque
trae una luz especial, que celebramos,
un
mensaje, en la indeleble tinta azul del Instituto:
“No
sois ya aquellos jóvenes aprendices de antes,
pero
seréis por siempre puros y alegres Estudiantes”.