martes, 7 de abril de 2015

Primeros Pasos

Y ya que superé el pudor de subir un poema mío, volveré a superarlo y busco al Juan que escribía en la época a la que me he venido acercando en este blog. Así, entre Junio y Agosto de 1.966, recién cumplidos los 16 años, escribí dos colecciones de versos "Alguien recien nacido espera al verano" escrito en Madrid entre Junio y Julio de ese año y "La voz oculta de las montañas" escrito en Jumilla entre Julio y Agosto. Un año después tuve la osadía de pedirle a mi hermana que los mecanografiara (¿Sería así?) y de encuadernarlos en pastas de cartón rojas. El "pequeño misal"  que titulé "Primeros Pasos" me ha acompañado durante el resto de mi vida, aunque leerlos me saque la sonrisa y una cierta ternura avergonzada.

Recojo aquí unos poemas del primer libro.


 

Poema II

Ayer llegó...
Me pilló de sorpresa.

Vino dentro de una carta
certificada y sin señas,
pero era el mismo traje,
los mismos moñetes a los lados,
era el mismo matasellos y la misma
cartulina de un recuerdo.

Sentí que se abría el cajón
de la mesilla
y se levantaba muerta,
olvidada en un sobre de dos años.

No quise revivir el hastío
y pensé en las montañas 
que ya no tienen nieve,
fue un dulce consuelo,
lo pensé.
impresiones locas,
olas sin destino
de un verano.


Poema VII

Un manojo de ríos
sin cauces, sin caudal,
sin valle, sin memoria,
perfilan la estancia,
el infierno oscuro,
la prisión del reproche.

Un manojo de atomos de polvo,
de sombras y luces de colores.
Un manojo de lágrimas y ayes,
de manos y palabras pecadoras.

Y nadie abre la puerta 
y me rescata
y nadie encuentra el cauce,
ni el caudal, ni el valle,
ni nadie recupera la memoria.

Y nadie puede ver la luz del sol
ni encontrar el cuchillo
que corte las palabras.

Lloro 
y el manejo de mis lágrimas
es un manojo ciego
de traiciones 

Poema VIII

Todas las noches
cuando apagan la luz en las casas,
me escondo,
me tapo la cabeza
con las sábanas
y ocurre algo terrible,
veo un espectro 
que grita y se lamenta.

Es el llanto de un niño,
de un niño ingenuo
que decidió ser bueno.

Sé que mañana 
sucederá lo mismo
y pasado y al otro,
y por saberlo
temo despertarme algún día
con su cuerpo
caliente entre mis brazos.

Muerto ya,
lleno de espanto,
con los ojos cubiertos 
de besos sin sonido
y con ese llanto
con ese horrible llanto
con el inconfundible llanto
de un niño,
de un niño ingenuo
que decidió ser bueno

Poema X

Te estuve esperando mucho tiempo,
aún era yo azul y te esperaba,
por eso cuando llegaste
me acerqué a darte un beso.

Luego se me cayó una lágrina.
Fue mucho tiempo,
muchas golondrinas
y cementerios amarillos.

Te estuve esperando mucho tiempo,
tanto
que fue muchísimo
y me quedé sin tiempo.

Poema XVII

Eternidad,
aullido de un mar
envuelto en sombras.

,
Eternidad,
quejido del pájaro
sin nido.

Eternidad,
aquel beso,
dos suspiros,
un nombre de mujer
las amapolas.

Poema XX

Olvidada mujer
llena de encantos,
se me olvidó el sonido
de tus blancas olas,
se me olvidó el color
de tu sangre oscura.

No recuerdo el dolor
de tus labios anchos,
No recuerdo si escuchabas
mis palabras
cuando hablaba
Ni recuerdo si fueron
crepúsculos marinos.

Lo importante,
lo único que dura,
fue todo aquello
que no me dijiste
y el beso de pasión
que nunca nos dimos.
Eso,
no lo olvido.

 ¿Estará este adolescente guardado en algún lugar de mi corazón? ¿Dónde estaban entonces las semillas del optimismo que caminó después conmigo toda la vida? Lo que sí me han traído estas lecturas es una gran curiosidad por los jóvenes de 16 años que hoy miro como niños, casi 50 años más tarde.
 

jueves, 26 de febrero de 2015

Poema a mi padre

Hoy, por primera vez, subiré un poema escrito por mí a este blog que va trayendo a los poetas que influyeron en mi sensibilidad poética. Será para hacer un filial homenaje a mi padre, Marcelino Vera Ruiz.




Y llegó a mi vida la madera…
Hoy, 27 de Febrero de 2015, mi padre - Marcelino Vera- hubiera cumplido 110 años
 


Se adelantó el banco carpintero
y  ocupó el corredor.
Llegaron la garlopa y los formones.
Sentí después tu presencia,
llegaron tus silencios,
la seriedad de tus pasos  sin rumbo,
tu mirada atravesando paneles invisibles
y el tiempo, siempre el tiempo.



Desde el corredor me observaste,
como siempre, escribiendo.
“El mundo no fue como pensamos”, me dijiste
“No lo es”, te respondí
“pero llegarán otros que lo harán mañana”, continuaste
y yo te sonreí,
                como siempre sonrío a la esperanza.

El amor trajo tu banco, el berbiquí,
las gubias, las barrenas,
llegaron después tus manos ebanistas.
Desde el salón las escuché,
acariciando mi escritorio,
sintiendo la nobleza de sus materiales.

Y regresó la voz con la que al verla por primera vez dijiste:
“Por fin dejaste que llegara a tu vida la madera”

En esa voz de amargo vino,
madera significó poesía.
En esa tarde,
significó lo mismo Madrid y primavera.

Comprendí entonces, comprendí
cómo esperaste que el niño que fui algún día
llegara a tu taller,
llegara  a sus serrines y a tu cajón de herramientas,
mirase los tableros,
tocara la prensa vertical,
el mueble que surgía,
comprendí como te hubiera gustado que todo lo mirase
con el asombro con que miraba un libro.

Y ahora puedo verlo,
lo veo al mirar este banco.
Nunca entré, nunca supe llegar
con la sorpresa con la que descubría el mundo.

La bronquitis fue la excusa,
el miedo a los serruchos,
el riesgo de que el niño se tragara los clavos
como el día que se tragó una espiga.

Por  suerte tuvimos a la Nena
y ella fue tu aprendiz de lijas y barnices,
de punzones y limas, la alegría.
 
“Por fin dejaste que llegara a tu vida la madera”
Y en esa voz de tabaco negro
la madera fue oro sólido,
fue pan,
fue barro constructor del universo

El amor trajo tu banco, el escoplo,
las seguetas
y lo dejó en la puerta de mi biblioteca,
porque estaban los libros,
lo que sí nos unía,
el papel, la tinta, los lápices,
lo que si nos unía,
Dostoievski, Melville, Chéjov,
Julio Verne, las fábulas,
el Olimpo y la mitología,
la enciclopedia de la segunda guerra mundial,
los viajes de Pierre Loti,
las novelas de Blasco Ibáñez, Kafka y Tolstoi.
Lo que sí nos unía. 

“Déjame ver tus manos” te digo
“Cómo es la cera de tus huesos,
la laca de las molduras de tus dedos.
Déjame verte en esta casa llena de maderas”
Quiero saber qué cenizas, que éter, qué misterios
nos quedan cuando se cumplen 110 años.
“¿Cuántos vas a cumplir tú?” me preguntas
con la curiosidad con la que siempre recibiste mis respuestas.
“65, pero no hablemos de eso”




Llegaron los clavos, los martillos,
llegó la sierra,
aquellos verbos que sí retuve:
lacar, patinar, estarcir, ensamblar.
Llegaron los clavos silenciosos
con el dolor de los años en que no debías hablar,
ni yo decir qué pensabas, ni quién eras tú en realidad.

“Siéntate hablemos ahora” me dices
y en la noche a solas me preguntas,
aunque no necesitas las respuestas,
cuántos nietos, cuántos bisnietos, cuántos sobrinos,
no te hizo falta preguntar por los muertos.
Me preguntas por todos los Vera,
por los Rodríguez, los Oña, los Yébenes
de tus hermanas,
por el flamenco,
los jureles, la Puerta de Purchena,
por las puestas de sol y el vino tinto,
quieres saber si aún venden boinas,
si sigo sin apreciar el caldo con yema.

Te pregunto si juegas allá con el perro Moro
al perdón infinito,
si hace buen clima y se atempera
el frío Soriano y el sol de Andalucía.

La madrugada nos pilla por sorpresa,
llega la escofina,  el tapaporos, el barniz sellador.
No hablamos de política,
no es una conversación para los cumpleaños,
no quiero que se pongan más oscuros esos ojos de sombra

“¿Qué me vas a regalar tú que fuiste tan cumplido?”
Preguntas entendiéndolo
“Una copa de fino y unas gambas de Almería” te respondo
“Rojas, no se te olvide,
que las decepciones no nos quiten los anhelos”,
genio y figura, pienso.  

El amor puso tu banco, frente a mi escritorio,
la luna sobre el mar,
viento en la cordillera,
la noche en las estrellas,
los clarines al alba y
llenó la casa de pieles y cálidas virutas
que llevan tu nombre
Padre,
tu inolvidable nombre
con la M mayúscula,
con la mágica M de la buena madera.

              


Me queda tu pregunta
“¿Qué me vas a regalar tú que fuiste tan cumplido?”

La repito en las horas de la madrugada
cuando el tiempo puede romper su estructura,
la música de su propia secuencia
y se convierte en un tren que avanza o que regresa
por los años por vivir o los vividos.
En ese tren vuelvo a la casa,
a la única casa a la que siempre volvemos

                                                                 y te veo salir,

la gabardina, la boina, una bufanda,
tu sombra a través de los vidrios granulados
de la puerta del cuarto de estar de Lagasca.


Te veo salir despacio,
barajando unos naipes con una sola mano.
Todos duermen: Mamá, Candelitas, la Tata.
Te veo salir como un actor del cine en blanco y negro
Y yo me levanto, Padre
Y voy a tu taller,
donde el banco, la gubia, los tornillos,
donde serruchos, martillos y garlopas,
preparo el barniz,
mojo la muñequilla de algodón,
¿Dónde está el aceite de linaza?

Y barnizo yo solo los cajones de la cómoda,
¡No!, mejor los estantes de la librería,
ese mueble que junta tu mundo con el mío
Trabajo la noche entera, Padre,
sin saberlo, todo lo sabía.

Mañana encontrarás hecha la faena
y tu corazón sabrá
que las cosas ocurren cuando ocurren
y que todo es amor...
                                 este misterio.
  

martes, 24 de febrero de 2015

Genaración del 27 (y 10) Las separaciones


Termino ya con mi mirada a la Generacion más emblemática de la poesía española, renuncio a completar el hilo de mi escrito escolar de 1.967 y sólo traeré los últimos párrafos para concluir. Finalmente era demasiado largo.

Volveré en otros post, sin embargo, a alguna de sus individualidades que fueron importantes para mí más tarde, como Luis Cernuda, o crecientemente como Miguel Hernández.



A partir de 1.927 empezaron a relajarse los vínculos, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Pedro Salinas, García Lorca y Rafael Alberti habían alcanzado la plenitud  y varios de ellos toman partido por la política. Alberti profesa abiertamente el comunismo, al igual que el chileno Neruda y Miguel Hernández.Se decantan por una poesía más comprometida. La Guerra Civil viene definitivamente a separarlos y con ella acaba el concepto de grupo.

El escrito de l67 termina con el siguiente apartado

"ESTADO ACTUAL DE LA GENERACIÓN

Federico, como hemos visto, fue asesinado en agosto de 1936, cuando las tropas nacionales se asentaron en Vízcar (Granada).

Los izquierdistas fueron todos exiliados. Salinas murió en Boston.

Alberti está en Italia después de haber vivido en Buenos Aires (Argentina).

Guillén también en Italia, “jubilado”, como dice nuestro libro.

Los que fueron a favor del régimen o no tuvieron intervención política, son miembros de la Real academia de la Lengua: Dámaso, Aleixandre y Gerardo.

Hernández fue condenado a muerte al terminar la guerra. Argentina, único país que mantenía relaciones con España amenazó con romperlas si se cumplía la sentencia, juzgando como suficiente el atroz asesinato de Lorca. Se le condenó entonces a 30 años de cárcel, contrajo la tuberculosis y abandonado en ella, muere también.

Para no faltar a la tradición nos dice nuestro libro que una vez muerto su ataúd fue envuelto en la bandera española y la banda de la cárcel ejecutó una marcha fúnebre como homenaje póstumo.

Vemos pues la disgregación del grupo, sin embargo yo estoy seguro que, espiritual, la Generación sigue fluyendo en el círculo de todos ellos y así lo traduzco de uno de los mejores poemas de Alberti: “Retornos a Chopin, a través de unas manos ya idas”, con el que acabo mi conferencia:

Y es ahora, distante,/ mas infinitamente que entonces, desterrado/ del comedor primero, del rincón en penumbra/ de la sala, es ahora,/ cuando aquí, tembloroso,/ traspasado de invierno el corazón, María,/ Vicente, Milagritos, Agustín y Josefa,/ uno, el seis, Rafael, vuelve a unirse a vosotros,/ por la rama, el amor, por el mar y la pena,/ a través de unas manos, por el mar y la pena,/ a través de unas manos lloradas que se fueron”.


Fuera ya del documento reseñado, traigo el poema completo  de Alberti

Retornos de Chopin a través de unas manos ya idas
A mi madre,
que nos unía a todos en la
música de su viejo piano.
Era en el comedor, primero, era en el dulce
comedor de los seis: Agustín y María,
Milagritos, Vicente, Rafael y Josefa.
De allí me viene ahora, invierno aquí, distantes,
casi perdidos ya, desvanecidos míos,
hermanos que no pude llevar a mi estatura;
de allí me viene ahora este acorde de agua,
de allí también, ahora,
esta nocturna rama de arboleda movida,
esta orilla de mar, este amor, esta pena
que hoy, velados en lágrimas, me juntan a vosotros,
a través de unas manos dichosas que se fueron.
Era, luego, en la sala del rincón en penumbra,
lejos del comedor primero de los seis,
y aunque cerca también de vosotros, perdido,
casi infinitamente perdido me sentíais,
muy tarde, ya muy tarde,
cuando empieza a agrandarse la llegada del sueño,
un acorde de agua, una rama nocturna,
una orilla, un amor, una pena a vosotros
dulcemente me unían
a través de unas manos cansadas que se fueron.
Y es ahora, distante,
más infinitamente que entonces, desterrado
del comedor primero, del rincón en penumbra
de la sala, es ahora,
cuando aquí, tembloroso,
traspasado de invierno el corazón, María,
Vicente, Milagritos, Agustín y Josefa,
uno, el seis, Rafael, vuelve a unirse a vosotros,
por la rama, el amor, por el mar y la pena,
a través de unas manos lloradas que se fueron.

Y un homenaje, el último a García Lorca en la voz de Amancio Prada


Con la imagen de Federico y otro poema suyo termino este recorrido por la Generación del 27   

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos...