sábado, 19 de octubre de 2013

Las Rimas una etapa necesaria

La pubertad estuvo llena de golondrinas que prometían volver.

El primer poeta que entró en mi mundo lírico, apareció cuando mi edad alcanzaba las dos cifras. Dejaron de ser poemas sueltos para fijarme en una obra completa y un autor que representó el romanticismo que inundó mi vida.

Me refiero a Gustavo Adolfo Bécquer, el sevillano que se convirtió en leyenda. Su imagen está presente en algunos de los jardines más bellos que he paseado, el de la Fuente del Berro de Madrid que fue mi lugar favorito entre los 15 y los 17 años


y el Parque de María Luisa en Sevilla


Aquí está uno de los mejores documentales hechos sobre la  vida del poeta, después de que entre 1965-66 TVE emitiera una serie con gran éxito en el que se rendía memoria a su vida y a su muerte


Estas son las Rimas que preferí cuando era becqueriano. Tal vez hoy eligiese otras. Entre ellas la Rima 52 cuyo primer verso me sirvió de inicio para una de mis primeras colecciones de poesias adolescentes.

RIMA IV

No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
        habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
        palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
        de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
        perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
        ¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
        las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
        que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
        no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
        ¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
        sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
        a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
        batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
        ¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
        los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
        al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
        dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
        ¡habrá poesía!


RIMA VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
        veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
        que sabe arrancarlas!
—¡Ay! —pensé—; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».



RIMA XVII

Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto... La he visto y me ha mirado...
        ¡Hoy creo en Dios!

RIMA XXI

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú

RIMA XXIII

[A ella. No sé...]

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!


RIMA XXIX

La bocca mi baciò tutto tremante.
Dante, Commedia, Inf., V., 136.


Sobre la falda tenía
    el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
    sus rizos negros;
no veíamos letras
    ninguno creo;
mas guardábamos ambos
    hondo silencio.
¿Cuánto duró?  Ni aun entonces
    pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
    más que el aliento,
que apresurado escapaba
    del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
    los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
    ¡y sonó un beso!
                      *
Creación de Dante era el libro;
    era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
    yo dije trémulo:
—¿Comprendes ya que un poema
    cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
    —¡Ya lo comprendo!

RIMA XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?

 
RIMA XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
        ¿sabes tú adónde va?

RIMA XLII

Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de dónde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor.... Con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias

RIMA LI

De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
        por saber lo que a otros
        de mí has hablado.
  Y esta vida mortal, y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
        por saber lo que a solas
        de mí has pensado

RIMA LII  

 Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
        ¡llevadme con vosotras!
  Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
        ¡llevadme con vosotras!
  Nube de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
        ¡llevadme con vosotras!
  Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
        con mi dolor a solas!





RIMA LIII

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
        jugando llamarán.
  Pero aquellas que el  vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
        ¡esas... no volverán!
  Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
        sus flores se abrirán.
  Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
        ¡esas... no volverán!
  Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
        tal vez despertará.
  Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
        ¡así... no te querrán!


autógrafo