lunes, 29 de diciembre de 2014

La Generación del 27 (9) Gerardo Diego

Vuelvo al rincón de la poesía cuando se desgranan los últimos días de uvas de este 2014 y pienso en mi vida con una paz profunda.

Tomo el manuscrito que he estado siguiendo como guía de este recuerdo a la Generación del 27 en España y leo los párrafos dedicados a ese otro poeta que se clasificó entre los castellanos en esa época de Castilla la Vieja  y que hoy devolvemos a Cantabria : Gerardo Diego"



"Es el habilidoso de la poesía, capaz de jugar con las formas más sencillas del neo popularismo y con las del gongorismo más irónico. Porque para Gerardo la poesía tiene algo de capricho y de juego, de malabarismo sonriente, como el de esas faenas de capote que a él le gusta cantar.

I
Arenal de Sevilla, Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río Moro. Azulejo bermejo sol de la tarde. No mientas azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo, si el barquero me pierde yo me santiguo. ¡Ay río de Sevilla quien te cruzare sin que mi zapatilla se me mojase!

II
Y vedla aquí equipando en jabón tiernos globos que nunca han visto espumas, vedla extrayendo de su propio invierno la nieve en tiras, la pasión en sumas y en margaritas que pacerá el chivo su porvenir listado en subjuntivo.

Esta destreza expresiva del poeta no le quita el calor emotivo, la sensibilidad más afinada, el fondo más sentimental. A partir de “Versos Humanos” debemos a Gerardo bellísimos poemas amorosos que culminan con sus “Canciones a Violante”.

De él toda mi generación leyó su romance al Rio Duero, algunas de sus estrofas estaban en los libros de texto de la época

Romance del Duero

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.


Y de mi etapa adolescente más romántica guardo uno de sus Canciones a Violante, ese nombre traíso del soneto de Lope de Vega

Me estás enseñando a amar.
Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar
noche tras día.

La Noche ama al Día, el Claro
ama a la Oscura.
Qué amor tan perfecto y tan raro.
Tú, mi ventura.

El Día a la Noche, alza, besa
sólo un instante.
La Noche al Día –alba, promesa–
beso de amante.

Me estás enseñando a amar.
Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar.
Mi alma, vacía.