martes, 7 de octubre de 2014

La generación del 27 (8) Pedro Salinas (2)


Me reencontré con Pedro Salinas muchos años más tarde: en el 2.010, un año importante en mi vida. De nuevo "La voz a tí debida" en una edición de coleccionista de Alianza Editorial. Fue un encuentro pausado, un poema cada noche


La voz a ti debida (III)


Sí, por detrás de las gentes
te busco.
No en tu nombre, si lo dicen,
no en tu imagen, si la pintan.
Detrás, detrás, más allá.

Por detrás de ti te busco.
No en tu espejo, no en tu letra,
ni en tu alma.
Detrás, más allá.

También detrás, más atrás
de mí te busco. No eres
lo que yo siento de ti.
No eres
lo que me está palpitando
con sangre mía en las venas,
sin ser yo.
Detrás, más allá te busco.

Por encontrarte, dejar
de vivir en ti, y en mí,
y en los otros.
Vivir ya detrás de todo,
al otro lado de todo
-por encontrarte-,
como si fuese morir.

Encontré una desesperanza que no reconocí a los 16 años, encontré un ansía de alcanzar fuera lo que no estaba dentro. Reconocí esa  forma de sentir que pone énfasis en lo inalcanzable, en lo impreciso, en lo borroso. Fue una sorpresa volver a leerlo 44 años más tarde.

Los cielos son iguales.
Azules, grises, negros,
se repiten encima
del naranjo o la piedra:
nos acerca mirarlos.

Las estrellas suprimen,
de lejanas que son,
las distancias del mundo.
Si queremos juntarnos,
nunca mires delante:
todo lleno de abismos,
de fechas y de leguas.

Déjate bien flotar
sobre el mar o la hierba,
inmóvil, cara al cielo.
Te sentirás hundir
despacio, hacia lo alto,
en la vida del aire.

Y nos encontraremos
sobre las diferencias
invencibles, arenas,
rocas, años, ya solos,
nadadores celestes,
náufragos de los cielos.

Pedro Salinas, Versos 1266 a 1289 (de La voz a ti debida)

Y en ese libro distinto al que por primera vez lei. Aquel "La voz a ti debida" de la Biblioteca
Nacional de Madrid, aparecieron poemas nuevos, como este, que auguraba que nos encontrariamos sobre las diferencias, auguraba  un naufragio en los cielos y por fortuna un nadador celeste que lograría arribar con vida a la otra orilla, a aquella en que aparecen las pequeñas cosas y al sentir el dolor sonreimos, porque eso significa que llegamos vivos.

Encontré a un Salinas que guardo entre aquellos poetas que sin saberlo yo me formaron.


    No quiero que te vayas,
    Dolor, última forma
    De amar, me estoy sintiendo
    Vivir cuando me dueles

    No en ti, ni aquí, más lejos;
    En la tierra, en el año
    De donde vienes tú,
    En el amor con ella
    Y todo lo que fue.
    En esa realidad
    Hundida que se niega
    A sí misma y se empeña
    En que nunca ha existido,
    Que sólo fue un pretexto
    Mío para vivir.

    Si tú, dolor, no me quedaras
    Dolor irrefutable
    Yo me creería;
    Pero me quedas tú.
    Tu verdad me asegura
    Que nada fue mentira.

    Y mientras yo te sienta,
    Tú me serás, dolor,
    La prueba, a lo lejos,
    De que existió, que existe,
    De que me quiso, sí,
    De que aún la estoy queriendo.