Pedro Salinas fue, es, mi preferido de los poetas castellanos de la Generación del 27, me acercó desde una perspectiva no becqueriana a la poesía de amor.
¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».
Volviendo a mi escrito de abril 1.967 allí decía:
" Pedro Salinas conduce su preparación intelectual a un plano menos
riguroso, se puede considerar el paladín de la poesía pura. Lo que caracteriza
a su poesía es el sentimiento del amor. Este sentimiento lo plasma
perfectamente en “La voz a ti debida” (1934). El título procede de un verso de
Garcilaso “más con la lengua muerta y fría en la boca pienso mover la voz a ti
debida”.
Este es uno de sus poemas que prefiero:
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo”.
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo”.
Hay aquí una frase significativa que define gran parte de su
poesía amorosa ¡Que alegría más alta, vivir en los pronombres! Y es que Salinas
nos cuenta del amor sin dar nombres al amante y a la amada; somos tú, yo, y si
esos pronombres los amplificamos seremos nosotros, nosotras; hay una
vida ciertamente en los pronombres.
Es esta una muestra del subjetivismo mal
atribuido que antes defendía. El poeta, tal vez, tiene miedo de individualizar el
amor, de abstractizarlo (¿De dónde saqué esta palabra? ¿Cómo no la corrigió mi profesor?) , pero yo pienso que no es
miedo, es un deseo de cantar al amor y no a un amor.
"¡Ay, cómo quisiera ser
vidrio, o estofa o madera
que conserva su color
aquí, su perfume aquí,
y nació a tres mil kilómetros!
Ser
la materia que te gusta,
que tocas todos los días
y que ves ya sin mirar
a tu alrededor, las cosas
-collar, frasco, seda antigua-
que cuando tú echas de menos
preguntas: "¡Ay!, ¿dónde está?"
vidrio, o estofa o madera
que conserva su color
aquí, su perfume aquí,
y nació a tres mil kilómetros!
Ser
la materia que te gusta,
que tocas todos los días
y que ves ya sin mirar
a tu alrededor, las cosas
-collar, frasco, seda antigua-
que cuando tú echas de menos
preguntas: "¡Ay!, ¿dónde está?"
La amada no existe, el poeta la conoce sin duda, pero de
quien está enamorado es de la que él ha inventado; la criatura perfecta que hay
detrás de la mujer que tiene ante sí.
Como en la poesía neoplatónica Salinas
crea en su mente un ideal y expresa el ansia dolorosa por encontrarlo a través
de la amada que está junto a él y para la que es todo entrega."
Muchos años más tarde me reencontré con la poesía de Salinas. De eso escribiré en mi siguiente entrada.