Tomo el manuscrito que he estado siguiendo como guía de este recuerdo a la Generación del 27 en España y leo los párrafos dedicados a ese otro poeta que se clasificó entre los castellanos en esa época de Castilla la Vieja y que hoy devolvemos a Cantabria : Gerardo Diego"
"Es el habilidoso de la poesía, capaz de jugar con las formas
más sencillas del neo popularismo y con las del gongorismo más irónico. Porque
para Gerardo la poesía tiene algo de capricho y de juego, de malabarismo
sonriente, como el de esas faenas de capote que a él le gusta cantar.
I
Arenal de Sevilla,
Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río Moro. Azulejo bermejo sol de la
tarde. No mientas azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite
antiguo, si el barquero me pierde yo me santiguo. ¡Ay río de Sevilla quien te
cruzare sin que mi zapatilla se me mojase!
II
Y vedla aquí
equipando en jabón tiernos globos que nunca han visto espumas, vedla extrayendo
de su propio invierno la nieve en tiras, la pasión en sumas y en margaritas que
pacerá el chivo su porvenir listado en subjuntivo.
Esta destreza expresiva del poeta no le quita el calor
emotivo, la sensibilidad más afinada, el fondo más sentimental. A partir de
“Versos Humanos” debemos a Gerardo bellísimos poemas amorosos que culminan con
sus “Canciones a Violante”.
De él toda mi generación leyó su romance al Rio Duero, algunas de sus estrofas estaban en los libros de texto de la época
Romance del Duero
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.