
Una noche nos llevaron a las cuevas del Sacromonte a vivir el ritual de una de sus zambras y allí llegó a mi alma la experiencia del flamenco que hasta entonces siempre había sido una imposición paterna. El flamenco se convirtió desde ese preciso día en la música que me transportaba a mis orígenes. En la foto de esa noche no aparezco yo, pero sí Angel Villanueva, Luis Valero, Joaquin Gómez Cano, Jesús Pajares Vales, Carlos Acero Benedicto y Amador Fernández Dávila (¿Por qué no se me olvidan estos nombres?) rodeados de tres de las bailaoras que bailaron "la alboreá", "la cachucha" y "la mosca", los ritmos de las bodas gitanas.
Granada y Federico, una aventura que nunca olvidaré, como tampoco el poema "Zorongo"
Zorongo
Las manos de mi cariño
te están bordando una capa
con agremán de alhelíes
y con esclavina de agua.
Cuando fuiste novio mío,
por la primavera blanca,
los cascos de tu caballo
cuatro sollozos de plata.
La luna es un pozo chico,
las flores no valen nada,
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazan,
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazan.
Zorongo, zorongo,zorongo