El siguiente encuentro fue con otro andaluz, Juan Ramón Jiménez (Moguer -Huelva), tal vez el que más influyera en la gran generación de poetas del 27. Fue el tercer premio Nobel de Literatura concedido a un español, después de José de Echegaray en 1.904 y Jacinto Benavente en 1.922, hubieron de pasar 34 años para que se lo otorgaran a Juan Ramón en 1.956. El jurado quiso reconocer su trayectoria y muy especialmente su obra "Platero y yo"
"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro." Así empieza "Platero y yo" el libro-cuento de prosa poética con el que dormí a mis hijos en su niñez, el que compre a Laura cuando estaba aún en el vientre de su madre (mi hija).
Dos de sus poemas me impresionaron tempranamente.Aquí los traigo. Luego llegarían otros.
El viaje definitivo
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando
YO NO SOY YO
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
Asocio a Juan Ramón Jiménez con las tardes estudiando en la Biblioteca Nacional a mis 14 años y descubriendo en los libros que de otra maner no hubiera podido leer una forma distinta de escribir. Lo asocio a las conversaciones en Jumilla con mi amigo José Gilar. Él me habló de Zenobia Camprubí, la esposa del poeta, del gran amor que ambos vivieron y del trabajo de Zenobia como traductora al español de Rabindranath Tagore y así Tagore entró también en mi vida.